En mis ojos siempre hay una tormenta de verano, escribo en español, en un cuaderno, cuando empiezo a ver que todo a mi alrededor se pinta de negro Rembrandt. En inglés aparece una voz desconocida, firme, que emerge como un rápido en el monte y arrasa con todo. Rotten black / butterflies / fly in your dreams / Your pleasure became/ your loneliness/ your tears became/ your breath/ But you still/ wake up / in the morning/ you still have / a heart / your sheets to cover/ your mournful face/ in case of / imminent crying. / You still write / with the voice/ that hates the silence/ as much as dropping/ the faith/ ‘cause giving up / is just like / die a little*. Resignarse es morir un poco. Hay días donde escribir es una necesidad catatónica, se mueve sin motivo por mi cuerpo repitiendo palabras, recordando incansables veces imágenes de mi pasado o repasando escenas de lo que no sucedió, pero empezó a formarse en mi. ¿Qué explicación puede dar la ciencia para esto? A veces tardo en escribir lo que quiero, lo dejo estar en mi como una bolsa de té que va impregnándo su sabor y su color por la taza, despacio. Ocurren fiestas y despedidas en mi cuerpo cada vez que me pongo a descifrar el mundo que construyo desde la imagen, con estas letras. ¿Pueden pintar o sacar una foto de lo que hay adentro? This thing in my / chest / it is just a piece/ of ripped paint/ on the wall / of Auschwitz/ grey and old/ burned to death/ even in its youth./ This bomb/ had no blood/ to blur/ all the stabs/ that cut/ its delicate/ cavity./ This thing/ called heart/ is now cold as ice/ playing hunger games/ in a wild spot/ with no guns/ just a mouth/ and a few words- to speak**. Tengo un corazón que se abre con la facilidad de una sonrisa, un cuerpo caliente, una mirada. Dispuesto a dejar que lo penetren con sus historias. Que su dolor sea un caliz del que puedo beber y devolver en un suspiro. Este es un corazón siempre dispuesto a dar lo que el otro necesita para atravesar su instante. No siempre encuentro en el camino un pecho dispuesto a recibir. Cada tanto aparecen las evasivas, los silencios, el proceso mediante el cual empiezo a ser completa y absolutamente ignorada. Y es entonces que tengo que decidir: o me quedo a cambiarlo todo (lo cual sabemos, es una mentira) o me voy, con la sangre entre las manos, poniendo de nuevo el músculo que me mueve en su lugar, cociendo con Vicryl o algún hilo de seda que me permita lograr la sutura y así empezar todo otra vez. De repente me vuelvo un teléfono en la lista de contactos que alguien conoció en una app. Una lista que ni siquiera es la de le escribo para garchar. Sin explicación alguna me vuelvo invisible. Sin querer, sin proponérmelo. Nadie me ve llorar en los brazos de mi mejor amigo, una noche de jueves, completamente furiosa por tener que seguir soportando gente del pasado, gente intrusa que pretende irrumpir en mi vida y llevárselo todo. Estoy cansada de que me usen, Gon, cansada. Cuando pienso que ya llegué, que ya dejé atrás al monstruo, me escribe un e-mail, o un Whatsapp. O aparece en lugares a los que no lo invité. Y tengo que escribir también sobre estas cosas para no volverme loca. Tengo que decir la verdad, porque es lo único que aprendí a decir cuando escribí mi nombre, por primera vez, en un libro de cocina de mi mamá. Aprendí a decir, a sincerarme, a sacarlo todo con las palabras porque siempre tuve la facilidad de observar en silencio. Un poco me quejo cuando me ponen en esa sombra que aborrezco, pero le saco jugo, todo el que puedo y después se los doy de tomar. Me quedo seca, yerma. Por un rato soy una mandrágora secandose al sol, perdiendo fuerza. Hasta que vuelve a mi el impulso, la fuerza. Hasta que me domina el fuego de una boca, mi boca, contra la tuya. Y creo que puedo volar, una vez más. Y creo que quizás esta vez no voy a ser borrada como se borra a los perdedores de las historias. Quizás permanezca y mi corazón no se quiebre y no tenga entonces que construirle un altar que lo recuerde, como a los santos, que se fueron y nosotros, mortales, les pedimos que por favor nos hagan la vida más liviana. Hay sentido en el sin sentido, me dijo la novia de un compañero de trabajo hace años. Todavía le creo cuando escribo estas cosas, donde no sé cuando empecé o dónde voy a terminar. Esta tarde pensé que si termino en el relieve de tu boca, si puedo meterme atrás de tu lengua y encontrar el extasis en el perfume de tu cuello, mientras siento tu pelo sobre mi cara, quizás entonces recupere un pedazo de mi. Todos tenemos pedacitos dando vueltas en el mundo, en los otros. Lo que pasa es que no siempre tenemos ganas de mirar y volver a colocarlos donde estaban. De volver a sentir algo y que eso sea tan real que nos de miedo que se rompa, como un vaso, y se haga añicos contra el piso por algún movimiento tonto. No queremos que nuestra torpeza sea la causante de entrar en el abismo que provoca la noche y el dolor, que viene después.
____________
*Poema 1: Mariposas negras/ vuelan en tus sueños/ Tu placer se volvió/ tu soledad/ tus lágrimas/ se volvieron/ tu respiración/ pero todavía te levantás/ en las mañanas/ todavía tenés un corazón/ y tus sábanas para cubrir/ tu profunda tristeza/ en caso de llanto/ inminente/ Todavía escribís/ con la voz/ que odia al silencio/ tanto como soltar/
la fe/ porque rendirse/ es como/ morir un poco.
**Poema 2: Esta cosa en mi/ pecho/ es un pedazo/ de pintura arrancado/ de las paredes/ de Auschwitz/ gris y viejo/ carbonizado/ aún en su juventud./ Esta bomba
no tiene sangre/ que pueda borronear/ todas las puñaladas/ que cortan/ su delicada
cavidad./ Esta cosa/ llamada corazón/está fría como el hielo/ jugando juegos del hambre/ en un punto salvaje/ sin armas/ sólo una boca/ y un par de palabras-
para pronunciar.