Volver con un ex, es volver con un fantasma
Volví varias veces con dos personas en mi vida. Quise creer que algo iba a ser diferente. Desoí a mi intuición y mi cuerpo lo sintió muy hondo. Observo a la distancia que tuve que pasar por esas situaciones para llegar a quien escribe ahora. Para poder asimilar que cuando el ciclo se cierra, volver a abrirlo sólo ayuda a perpetuar el dolor, aunque saquemos aprendizajes.
En el fondo, ir hacia el pasado desde el presente, materializarlo, implica también cerrar el espacio a lo nuevo, a las nuevas posibilidades para nosotros mismos.
Estuve en situaciones donde me dejaron por una ex, además, y mi corazón se rompió en ese breve lapso de tiempo, en el que terminaba de tomar mi café con leche y el chico con el que salía me decía tenemos que hablar. En verdad era él el que tenía que hablar conmigo, expresar que llegábamos hasta ahí, que diez días antes de esa merienda él ya había estado hablando con su ex, mientras yo estaba desnuda en su cama.
De ese dolor aprendí que al final del día, era él el que elegía volver al pasado, anclarse en una versión anterior de sí mismo. Y siendo honesta, yo tampoco quería salir con esa versión de él que no había cambiado, que se cerraba por miedo o por costumbre a un nuevo conocer, una nueva posibilidad. Es como volver a un trabajo que dejaste. Emocionalmente ir hacia atrás es hacerse uno con la dependencia y nunca aprender a vivir por uno mismo la vida. Ni a compartirse con el otro desde su versión presente, genunina.
Volver con un ex es repetir patrones de conducta que, tarde o temprano, nos van a explotar en la cara. Es ir al cementerio a dejar flores y querer desenterrar el cadaver que se pudre en el féretro. O conversar sin parar con un espíritu que ya no se encuentra encarnado en este mundo terrenal.
Aprendí esto por haber vuelto con uno y por haber sido dejada de costado por otro. Desde ambos lugares, mi cuerpo sigue afirmando que volver con un ex, es volver con un fantasma.